Un “banquete” del café concert de los 80 vuelve a la vida a través de Soares

«Caviar», el espectáculo diseñado por Jean François Casanovas, regresa en Castor y Polux, el espacio que Lino Patalano creó poco antes de su muerte. El actor y performer Walter Soares integró durante varios años el elenco original.

“Aprendí a mentir arriba del escenario y cuando me bajo puedo ser yo, sin tener vergüenza”, dice Walter Soares, director de “Caviar”, que los sábados 7 y 14 de octubre presentará su nuevo espectáculo “Banquete de Caviar” en Castor y Polux. El elenco está conformado por el propio Soares, Joha Ferrau, Juan González y Luna Bordo. El vestuario es de David Guersinich y Soares. Dialogamos con él.

Periodista: Este nuevo espectáculo llega tras una larga ausencia, ¿cómo fue esa impasse?

Walter Soares: Nunca dejamos de hacer, sólo que no contamos todo ni estamos pendientes. Trabajo en esto desde los 19 años y tengo casi 60. En pandemia me asaltó la idea de irme de la ciudad, trabajé en muchas capitales del mundo con Caviar y me quería ir, estar cerca del campo y la montaña, o del bosque. Más cerca de la naturaleza y las cosas simples. Me fui a San Rafael, compré un terreno, construí una casa, nadie me conocía y empecé de cero. No pensé que iba a ser tan difícil pero lo fue. Aprendí muchas cosas, hoy puedo disfrutar, vivo con otro tipo de gente. Cuando murió Jean François Casanovas fue al lado mío, nunca me había pasado, y él me dejó Caviar. Siete años antes de morir quiso dejar de dirigir y ahí fue que lo tomé yo. Tuve un ACV y aprendí de nuevo a escribir, leer y hablar, hay palabras simples que no me salen o por ahí doy muchas vueltas. Me cuesta leer, uso lentes como binoculares. Quería encontrar paz, lo que
recuerdo de cuando era niño, disfrutar de estar vivo y lo encontré. Hoy aprendí a ser albañil donde vivo, mis vecinos me enseñaron, levanto las paredes de mi casa, eso es arte también, comenzar algo.

P.: ¿Qué más puede decir sobre su arte?

W.S.: Aprendí a mentir en el escenario porque todo lo que se hace de arte, música, pintura, o teatro, te lleva a contar un cuento. Doy gracias que encontré un lugar en el arte, que lo que hace es manipular a las personas pero en el buen sentido. Cuando me bajo del escenario puedo ser yo, no tengo vergüenza a vivir, tampoco soy desvergonzado. No hay una carrera donde se estudie esto, yo la tuve con el arte, Jean François y mis compañeros. Mi vida es levantarme, poner músicas, videos, mirar trajes, colores, historias, escuchar, todo el tiempo. Hicimos con Caviar miles de espectáculos, más de cuatro mil y shows en discotecas y eventos diez mil, 14 por semana hacíamos. Hace cinco meses me llamaron de Castor y Polux, no sabía que era el lugar de Lino Patalano.

P.: ¿Qué tiene de clásico y qué de novedoso este show?

W.S.: Conserva la esencia, como una lata de conserva, pero de las buenas. Caviar pasa por todos lados, idiomas, música, diferentes estilos de baile, actuación, el vestuario, que es primordial, por eso siempre fue difícil encontrar a alguien que lo produzca por completo, y esa es la razón por la que siempre fuimos nosotros. Tuvimos a Lino como productor, una persona de arte, que le gustaba lo que hacía, que abría las puertas como dueño de una casa. En Caviar nunca fuimos diplomáticos y en algunos lugares no fuimos requeridos, por suerte, porque cuando llegamos si algo no nos gusta lo decimos y a la gente no le gusta eso. Por eso también me fui de la ciudad.

P.: Siempre hicieron música y humor, ¿cuál prevalece?

W.S.: El humor es la esencia de Caviar, y las historias de todo tipo. Utilizo dos o tres números que son con canciones de Eladia Blázquez, con la cual he compartido cosas a través de Marilina Ross, y también hay temas de Tita Merello, Gardel, Carmen Miranda, Tina Turner, Las Bohemias, una orquesta de señoritas del año 30, Mina, hay de todo. El espectáculo empieza con un Adán y Eva de hoy.

P.: ¿Cómo responde el público?

W.S.: Los que nos conocen y nos siguen saben, pero la gente nueva ante los primeros cuadros, que duran apenas dos o tres minutos, queda muda. Después entran y se suben al barco. Sigo haciendo “La vitamina” porque me lo piden, lo hacía la real Lucille Ball y se hace en el mundo mi versión y no la de Lucy.

P.: ¿Qué puede decir del café concert?

W.S.: Empezó con Antonio Gasalla, otro maestro, y Carlitos Perciavale, con quienes hice temporada en Punta del Este, trabajaba con todos, dirigí a grandes artistas y no me daba cuenta. Mi necesidad con el arte no es estar en algún lugar para llenarlo sino estar con el corazón, en un pub chico, en un café, en un gran teatro, en tantos países como trabajamos.

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