La genética de elite resiste con buenos precios en un año difícil para la ganadería.

En un contexto complicado por la sequía y la sobreoferta de hacienda, los productores reconocen el valor de la genética seleccionada.

El 10 de julio se celebra todos los años en la Argentina el día de la ganadería, una actividad muy arraigada a la historia nacional y con buenas perspectivas de futuro a pesar de las trabas y desafíos que plantea el presente. Tras una sequía histórica que obligó a los productores a descargar sus campos y con los precios de la hacienda virtualmente estancados por la sobreoferta, hay un dato que confirma el horizonte promisorio de la actividad: los remates de reproductores de genética seleccionada siguen arrojando valores satisfactorios.

Hay una explicación simple: la genética es el primer eslabón en la cadena de producción de carne y los productores conocen el valor de contar en sus rodeos con toros o vacas que son más eficientes en la producción de terneros y de carne. Hoy todas las cabañas de las principales razas bovinas cuentan con herramientas genómicas para medir indicadores de eficiencia como precocidad, facilidad de parto, eficiencia de conversión de pasto en carne y calidad de carne, y toda esa información se transforma en valor a la hora de las ventas.

Hace pocas semanas en la localidad bonaerense de Alberti, la cabaña Santa Sergia obtuvo un promedio de 2,6 millones de pesos por sus toros Angus puros de pedigree, y la semana pasada en un remate en la cabaña La Pastoriza, en San Miguel del Monte, un toro que había salido Reservado Gran Campeón en la exposición de otoño de la raza Angus se vendió por nada menos que 19 millones de pesos. La inversión la realizó un centro de inseminación artificial que desde ahora ofrecerá a sus clientes el semen de ese animal con características mejoradoras.

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